viernes, 15 de febrero de 2008

Venganza a la Hipocresía.

Un cuerpo que yace en su cajita… Parece que descansa, que duerme placidamente, que por fin se quitó de encima el peso de sus tantas preocupaciones. Casi sonreía.

¿Le había acaso perdonado Dios todos sus pecados a un pobre anciano y abierto las puertas del paraíso? ¿Con qué condición?

¿Y qué pasaba con los que nos quedamos en la Tierra? En el ambiente había miradas como cuchillas, sonrisas que rajaban las venas y amables palabras con intención de echarte a la hoguera que terminase contigo. Las señoras, juraría yo, habían ido a la peluquería el día antes para acicalarse, pendientes de este momento. Los hombres, seguro habían ensayado la manera de echarte el humo a la cara.

Un vistazo al difunto, una sonrisita y gracias a Dios que era otro el que hoy cerraba los ojos para siempre. “El último adiós”, eufemísticamente hablando, era un teatro de burla sin piedad: a veces en silencio, a veces en cuchicheos, a veces enmascarado.

Pero el muerto reiría el último, “la entrada a tu reino por los pecados de todos estos”.

¿Quién se burlaba de quién?
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PD: Soy atea